jueves, 11 de febrero de 2010

¿Y qué mexicano no gusta de la impunidad?

Esta pregunta nace luego de una larga reflexión. Sí, sé que es cómico que no me lo haya preguntado y más que me haya tardado tanto en hacerlo, pero no pueden negar que tengo mi mérito. Con los hechos acontecidos en Chihuahua y la larga lucha contra el narcotráfico me resulta sorprendente que el gobierno mexicano no pueda reducir siquiera la delincuencia organizada, es más, pareciera que por cada delincuente detenido nacen 2 o más. La idea de que el gobierno mexicano esté infiltrado por la delincuencia, no está a discución (aunque habrá algún "masiosare" amante de las instituciones que defienda a las mismas gritándome apátrida, sátrapa y apóstata.). Pero seamos objetivos por cinco minutos, las instituciones no están mal, al menos no tan mal, de hecho son muy buenas, de hecho nuestra constitución es muy buena, pero el problema no son las instituciones no, son la gente que las maneja.

Si partimos de este hecho nos percataremos de que el problema no es el país ni el estado, no, somos nosotros los ciudadanos, los que nos gusta gozar de impunidad, del poder burlar las leyes a nuestra conveniencia. Desde niños burlar la metodología es algo emocionante, ahorrarse una tarde de tarea compiándola al día siguiente, o de estudio, o poner en ridículo al maestro frente a los compañeros es un deporte nacional.

Hoy mientras iba al trabajo en mi bicicleta, en un cruce de avenidas, el semáforo parpadeaba en naranja. Estando la avenida que el semáforo detenía saturada, muchos autos quedaron a medio cruce. Era de esperarse que al cambiar el semáforo a naranja, los autos que sabían no podrían pasar por el tráfico y pensando en los otros que venían sobre la calle que atravesaba, dentendrían su avance; pero no. Un conductor decide arrojarse detrás del tráfico y quedando a media avenida obstruyendo a los demás autos que el semáforo favorecía. Yo al ver al auto atascado, decido pasar entre él y otro auto, al avanzar el auto de enfrente, el tipo no importando que yo estuviera cruzando, me arroja el auto y grita algo inaudible al más puro estilo citadino. ¿Por qué siendo él el inconciente todavía se pone agresivo?

Escenas como estas se repiten a cada segundo a lo largo de la ciudad y no solo entre automovilistas, también entre peatones, vendedores, comerciantes, paseantes, etc. Esta actitud "gandalla" (palabra mexicana que denota a un tipo o a una actitud abusiva) provoca además de entorpecimiento de las vías públicas, mucho estrés.

Los mexicanos disfrutamos el hacer lo que nos place sin tomar en cuenta a nadie más que a nostros mismos (y a nuestra "jefecita" [palabra con la que se le conoce a la madre]), disfrutamos burlarnos de los demás, de verles la cara, de intimidar y desde luego, de no recibir castigo alguno por ello, nos gusta ser impunes.

Ante esa actitud, ¿cuándo podremos realmente acabar con el crimen organizado? Ya sin introducir otras variables como la enajenación, el deseo de ser como los "famosos", de tener lo que ellos tienen, de gozar de lo que ellos gozan, de las mieles de ser VIP cueste lo que cueste, familia, tiempo, esfuerzo, humillación, golpes, cárcel, no importa mientras tengamos nuestros cinco minutos de impunidad.